2.1. Visión Dualista



Platón plantea una interpretación del ser humano similar a  la  que  planteaban  el  orfismo  y  el  pitagorismo:  el  hombre  es  una  realidad  dual,  está formado por la unión de dos elementos, uno que proviene del mundo sensible: el cuerpo; y otro que pertenece al mundo de las ideas: el alma. El hombre es por tanto un compuesto de cuerpo y alma o, como dirá siglos más tarde San Agustín, un alma encerrada en un cuerpo.



Platón  afirma  que  el  alma consta  de  tres  “partes”  (entendiendo  el  término  “parte,  no  como  si  el  alma  estuviese dividida  en  partes  materiales,  sino  como  “función”  o  “principio  de  acción”):  racional, irascible  y  concupiscible.  Estas  tres  partes  están  en  conflicto  entre  sí  y  representan distintos aspectos de las actividades psicológicas del ser humano: la razón, las pasiones o sentimientos nobles y los apetitos o deseos, respectivamente. 



a) Aspecto racional: cuya misión es el conocimiento, la ubica en la cabeza. Es la que diferencia al ser humano de los animales y es el aspecto más elevado e inmortal por estar  emparentado  con  las  Ideas.  Es  la  parte  que  podemos  considerar  separable  del cuerpo.  Su  virtud  es  la  sabiduría  (sofía),  se  rige  por  la  razón  y  su  función  es  el gobierno racional del cuerpo conforme a lo inteligible y perfecto.

b) Aspecto  irascible  o  emotivo es  común  a  los  animales  y,  por  no  ser  separable  del cuerpo, es mortal. Su virtud es la fortaleza (andreía), se rige por el valor y en ella residen los impulsos nobles, los deseos de fama, honor y la rebelión ante lo injusto. Su función  es  la  de  impulsar  a  la  acción,  la  de  querer: permite  que  los  seres  humanos superen  el  dolor  y  renuncien  a  los  placeres  cuando  la  parte  racional  así  lo  decida. 

c) Aspecto  concupiscible:  es,  como  el  anterior,  no  separable  del  cuerpo  y,  por  tanto, mortal. Su virtud es la templanza (sofrosine), es decir, la moderación de los placeres, se rige por el deseo y su función es la de manifestar todo aquello que desea el cuerpo. 



De modo general, esta visión postula que el hombre es: por un lado, cuerpo, y por otro, espíritu, es decir un ser dual, partido en dos. 

Debido a todo lo que se desarrolló en base a este pensamiento se empezaron a crear o interpretar ideas como estas: 

Si el hombre es cuerpo por un lado y espíritu por otro y, entre contexto, lo más importante es el espíritu y lo menos importante el cuerpo, muchos creyentes, por ejemplo, pensaban que: “hagamos lo que más nos plazca con el cuerpo, pues, que a la final es nuestro, que del espíritu ya se encargará Dios.” 





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