Platón plantea una interpretación del ser humano similar a la que planteaban el orfismo y el pitagorismo: el hombre es una realidad dual, está formado por la unión de dos elementos, uno que proviene del mundo sensible: el cuerpo; y otro que pertenece al mundo de las ideas: el alma. El hombre es por tanto un compuesto de cuerpo y alma o, como dirá siglos más tarde San Agustín, un alma encerrada en un cuerpo.
Platón afirma que el alma consta de tres “partes” (entendiendo el término “parte, no como si el alma estuviese dividida en partes materiales, sino como “función” o “principio de acción”): racional, irascible y concupiscible. Estas tres partes están en conflicto entre sí y representan distintos aspectos de las actividades psicológicas del ser humano: la razón, las pasiones o sentimientos nobles y los apetitos o deseos, respectivamente.
a) Aspecto racional: cuya misión es el conocimiento, la ubica en la cabeza. Es la que diferencia al ser humano de los animales y es el aspecto más elevado e inmortal por estar emparentado con las Ideas. Es la parte que podemos considerar separable del cuerpo. Su virtud es la sabiduría (sofía), se rige por la razón y su función es el gobierno racional del cuerpo conforme a lo inteligible y perfecto.
b) Aspecto irascible o emotivo: es común a los animales y, por no ser separable del cuerpo, es mortal. Su virtud es la fortaleza (andreía), se rige por el valor y en ella residen los impulsos nobles, los deseos de fama, honor y la rebelión ante lo injusto. Su función es la de impulsar a la acción, la de querer: permite que los seres humanos superen el dolor y renuncien a los placeres cuando la parte racional así lo decida.
c) Aspecto concupiscible: es, como el anterior, no separable del cuerpo y, por tanto, mortal. Su virtud es la templanza (sofrosine), es decir, la moderación de los placeres, se rige por el deseo y su función es la de manifestar todo aquello que desea el cuerpo.
De modo general, esta visión postula que el hombre es: por un lado, cuerpo, y por otro,
espíritu, es decir un ser dual, partido en dos.
Debido a todo lo que se desarrolló en base a este pensamiento se empezaron a crear o interpretar ideas como estas:
Si el hombre es cuerpo por un lado y espíritu por otro y, entre contexto, lo más importante
es el espíritu y lo menos importante el cuerpo, muchos creyentes, por ejemplo, pensaban
que: “hagamos lo que más nos plazca con el cuerpo, pues, que a la final es nuestro, que del
espíritu ya se encargará Dios.”
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